El mediodía del jueves comenzó a trascender la noticia: Muhammad Alí estaba hospitalizado por un fuerte problema en las vías respiratorias. No soy médico, pero creo que ese tema es bastante común en las personas con Parkinson, debido a la inestabilidad que tienen a la hora de manejar los reflejos de su cuerpo. Horas después el mítico pugilista perdió la vida y con él se fue una gran historia dentro del boxeo y del mundo del deporte en general.
No soy experto del tema. Sé que ganó algunos títulos mundiales en la categoría de los pesos pesados. Sé que a pesar de su físico era un velocista como pocos. Sé que tuvo una gran batalla contra Joe Frazier y George Foreman. Sé que fue un gran luchador por los derechos civiles fuera del cuadrilátero. Pero también sé que con él se ha ido el boxeo que todos conocemos.
Por obvias razones jamás lo vi pelear, conozco su andar por lecturas y videos de aquella época. Me tocó conocer al Alí cansado, enfermo, pero siempre vigoroso y con ganas de seguir adelante. Razones por las que considero que hasta aquí llega este deporte, razones por las que considero que ni Manny Pacquiao puede levantar una disciplina que ha sido más golpeada que los rivales del ahora fallecido.
Me leen personas jóvenes, otras no tanto. Amantes y no del deporte del cloroformo. Todos o casi todos hemos visto en lo que se ha convertido el boxeo en los últimos años, en ese congal en donde una apuesta en Las Vegas puede inferir tanto que dará como victorioso al que en ese momento se tase de mejor forma, me viene a la mente el más claro ejemplo, y hablo posiblemente de un mito, pero creo que tengo mucha razón para decirlo, la pelea entre Pacman y Juan Manuel Márquez en el 2011, esa en donde el mexicano ganó, pero también esa en la que los jueces vieron algo más que nosotros, una victoria del filipino que jamás existió.
Cuando se hizo el anuncio oficial de la tercera pelea entre estos pugilistas, las línea de apuesta abrió en -600 para Pacquiao, lo cual lo colocaba como un favorito por 6–1. Traducción: Por cada 100 dólares invertidos, el apostador ganaba 16.6 en caso de que Pacquiao fuera el vencedor. En el momento en que se cerraron las apuestas la línea se había movido a -1100, Pacquiao 11 a 1, y una ganancia de poco más de 9 dólares por cada 100 apostados.
En este caso aplica fuertemente el dicho del azar “La casa siempre gana” y esto es real, y a su vez, una basura para el accionar de las peleas, ya que una sorpresa de parte del no favorito y las pérdidas pueden ser catastróficas.
Escucho a las voces experimentadas decir que es uno de los deportes más sucios, y miren que hay muchos llenos de porquería. Escucho a la gente de mayor edad decir que esta disciplina ya no es como antes. Escucho a los narradores hablar mal en plenas transmisiones. Hace mucho no tenemos una gran estrella, un referente que esté limpio de culpas, que no haya incurrido en el dopaje, en los malos manejos. Todo se puede vender, el dinero es dinero, las ganancias son millonarias y ahí es donde radica el error.
Ya no se pelea por ser el más fuerte, por ser el mejor, por ganar respeto. Se pelea por llevarte un buen maletín lleno de billetes verdes y tener una vida asegurada, por presumir tus fajos de dinero en Instagram, por conseguir una batalla fuera de proporciones en la UFC. Esto es el boxeo, esto es un deporte que fue y ya no es.
Hasta siempre, Alí, contigo se ha ido el box que todos conocimos.